Manuel Alejandro Rayran Cortés / @ManuelRayranC

Desde el 9 de octubre, Israel ha bombardeado de manera sistemática al pueblo palestino que reside en la región de Gaza. Esta situación ha llevado a que, al momento de escribir este artículo, Israel ya haya asesinado a 9.061 palestinos, de los cuales 3.756 son niños y 2.361 mujeres. Estas cifras aterradoras son consecuencia de un lanzamiento abrumador de bombas tipo Mk80, las cuales estuvieron al servicio de la guerra de Vietnam; fueron diseñadas por Estados Unidos; y se caracterizan por ser de caída libre. Así pues, el asedio de Israel contra Gaza ha sido de tal nivel que, de acuerdo con funcionarios del enclave, el gobierno de Benjamín Netanyahu ha lanzado 18.000 toneladas de bombas sobre los gazatíes. 

Ante esta horrenda situación, veo con tristeza que de nuevo los líderes de las principales potencias del mundo ubican el cálculo racional de la política y la geopolítica por encima del dolor humano y el incumplimiento del Derecho Internacional Humanitario (DIH). Lo anterior se evidencia, primero, con la constante parálisis en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para emitir una resolución que apunte al cese al fuego y el establecimiento de corredores humanitarios para atender a la población civil palestina víctima de los ataques indiscriminados de Israel. Segundo, que todos los países han convertido el sufrimiento palestino en un entrejuego de suma importancia para determinar las dinámicas de la política y geopolítica de la región y del mundo. 

Con lo anterior en mente, tanto la invasión rusa a Ucrania que aun no termina, como la ocupación de Israel al territorio palestino iniciada desde 1948, son muestra del desequilibrio existente del sistema internacional, razón por la cual se han convertido, en estos momentos, en factores que solidifican dos bloques en competencia. Por un lado, están los atlantistas liderado por Estados Unidos y secundado por la mayoría de las potencias europeas; y por el otro, los euroasiáticos conformado por Rusia, China, Irán, entre otros países de Medio Oriente, mal señalados por occidente como el eje del mal. Estos dos frentes terminan cara a cara en la actual situación de Palestina por el entrecruce de dos corredores energéticos y comerciales. El primero es el que une la Unión Europea, Israel, Arabia Saudita e India; el segundo, la Iniciativa Cinturón y Ruta de China que conecta este país con la ruta marítima de la seda y la seda Ártica proveniente de Rusia.

Para que el primer corredor tuviera éxito, Israel estaba obligado a normalizar sus relaciones diplomáticas con Arabia Saudita, razón por la cual desde el año 2020 se firmaron los Acuerdos de Abraham entre ambos países, signatura que fue relevante porque allanaba el camino para la regularización de Israel con el mundo árabe. Sin embargo, la respuesta desproporcionada y las masacres a la población civil palestina por parte de Israel han conducido a que Arabia Saudita ponga en tela de juicio este acuerdo, así como ha conllevado a que el mundo árabe se una de nuevo alrededor de la justa causa palestina y en contra de Israel.

Contrario a este panorama antes descrito, China, por su lado, ha ganado terreno en la región de Medio Oriente, pues en marzo de este año, por ejemplo, fue intermediario para que Irán y Arabia Saudita, enemigos declarados hace tiempo, restablecieran sus relaciones políticas. De igual manera, en la última reunión de los BRICS en agosto del presente año, Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Egipto también ingresaron a este foro internacional liderado por las potencias emergentes. Por último, como consecuencia de los actuales crímenes de guerra cometidos por Israel contra el pueblo palestino, China ha sido claro en ofrecer su mediación para un cese al fuego y crear corredores humanitarios, actitud y acciones diferentes a las de Estados Unidos que abiertamente ha apoyado a Israel y lo está soportando militarmente mientras busca espacios de diálogo. 

Así pues, en estos momentos de sufrimiento y dolor palestino, infligidos por una relación de poder asimétrica a favor de Israel y aliados occidentales, debe exigirse que la obediencia a los intereses de unos pocos que dirigen los hilos de la economía y la política mundial, con su fría y anónima racionalidad del cálculo impersonal, no estén por encima de los principios morales y las leyes básicas de la humanidad como es la existencia misma de otro ser humano.