Manuel Alejandro Rayran Cortés / @ManuelRayranC  

La actual crisis política surgida en Venezuela, luego del incrédulo resultado electoral del 28 de julio que da por ganador a Nicolás Maduro, es una radiografía de las dificultades de legitimidad sistémica que el gobierno de Maduro ha sufrido desde el 2013 cuando llegó al poder luego de la muerte de Hugo Chávez.

Durante el primer mandato de Maduro, la duda sobre su genuina elección provino de las bases internas del chavismo, pues para muchos el elegido para continuar con el proyecto político de Chávez era Diosdado Cabello. Para la segunda elección, la falta de legitimidad procedió principalmente de la oposición y algunos Estados que consideraron que los resultados no fueron claros y terminaron apoyando a Juan Guaidó, quien era el presidente del Parlamento, y quien luego se auto-proclamó presidente. Sin embargo, en esta última elección, la ilegitimidad creció, pues nació no solo de la oposición y los países de la región, sino del mismo pueblo venezolano creyente del chavismo. Esto último se puede corroborar con tres sucesos de suma importancia: el efecto Barinas, que fue la derrota del chavismo en “la tierra de Chávez” en las elecciones regionales de 2022; el derrumbe de las estatuas de Chávez; y el retiro del respaldo político a Maduro por fuerzas de izquierda como el Partido Comunista Venezolano y otros.

Con lo anterior, se puede afirmar que la ilegitimidad de Nicolás Maduro fue creciendo y ampliándose a todos los sectores sociales y políticos, al punto que hoy se encuentra acorralado junto con sus personas más cercanas y tomando cada vez más actitudes y acciones totalitarias y dictatoriales. Por lo anterior, Maduro y su séquito debe entender que es momento de retirarse del poder y permitir una transición política, pues su narrativa basada en el victimismo y su libreto para desacreditar a la oposición se convirtió en una falacia, razón suficiente para saber que tanto Estados y actores políticos no se creerán esa gran mentira, y más, con una amplia fuente de pruebas que corroboran que el ganador fue Edmundo González y no él.

Ahora, la pregunta es: ¿Cómo hacer una transición política que le ofrezca todas las garantías a los actores políticos y que sea lo menos traumática para la sociedad venezolana? Para responder esta pregunta, es necesario tener en cuenta que será un proceso largo y que estará compuesto por diferentes etapas, razón suficiente para saber que el deseo por la salida de Maduro del poder es solo una fase de tantas.

Entonces, en la primera etapa de este proceso político, la discusión debe girar alrededor del dilema clásico entre lo justo o lo útil. Desde mi perspectiva, debería primar lo segundo, pues de cierta manera este camino le brinda salidas a Nicolás Maduro y construiría, además, un espacio político pragmático ya que promete juego y chance a todos los actores políticos. Si se toma este camino, entonces, es posible que el gobierno de Estados Unidos retire la orden de captura contra Nicolás Maduro y reduzca algunas de las 920 sanciones económicas contra el país, ya que el presidente de esa nación tiene la posibilidad de indultarlo. No obstante, el único obstáculo sería la investigación que la Corte Penal Internacional lleva a cabo contra Nicolás Maduro por crímenes de lesa humanidad, pues esta jurisdicción es independiente a cualquier Estado.

Dado el caso que Maduro pueda escapar de estos procesos judiciales, la segunda etapa estaría marcada por saber quién estaría en la mesa de negociación y en la transición, pues a pesar de que muchos quisieran que fuera María Corina Machado, lo cierto es que quien disputó la presidencia con Maduro no fue ella, sino Edmundo González, quien es, además, una persona más conciliadora y menos radical que Machado. En ese sentido, la dificultad de esta etapa se originaría en el evento en que no exista ánimo conciliatorio dentro de las fuerzas políticas que apoyan a González

La tercera etapa, la cual desde mi lectura es la más complicada y la que más tiempo conllevará, es, primero, concertar si se desmantelan todas las lógicas del Estado chavista o solo algunas, y, segundo, en cuanto tiempo se haría. Este asunto es de suma importancia, pues no hay que olvidar que el éxito del chavismo estuvo soportado en parte por la construcción de unas instituciones que giraron alrededor de Chávez y de un proyecto político que se desligaba ampliamente de Estados Unidos y aliados. En ese sentido, es importante examinar con atención qué actores políticos domésticos e internacionales jugarán este proceso y cuáles son sus intereses, pues no hay que olvidar que en estos procesos siempre aparecen algunos halcones que avizoran la oportunidad de repartir el botín del erario.

En suma, aunque la mayoría de las personas quieren lo justo y no lo útil, y creen que con la salida de Maduro los problemas de Venezuela se resolverán, la realidad política demuestra que será un largo proceso, en el que los intereses, miedos y necesidades de los actores estarán en el tablero de ajedrez y marcarán la dinámica de esta transición política.