Manuel Alejandro Rayran Cortés / @ManuelRayranC  

El pasado 27 de junio se desarrolló el primer debate presidencial en Estados Unidos. El resultado de este puede definirse como “preocupante” en la medida que la contienda se caracterizó por una amplia ausencia de propuestas políticas, ataques personales, alto contenido de mentiras y una desconcertante presentación del actual presidente Joe Biden.

A nivel doméstico, Estados Unidos atraviesa por una profunda crisis en asuntos políticos por la falta de confianza en las instituciones; en lo económico por las tasas de desempleo; y en lo social por el alto consumo de drogas. En cuanto al plano internacional, la competencia industrial, tecnológica y económica de China; el fortalecimiento de otros Estados dentro de la vida internacional como Rusia, Turquía, India, Brasil, entre otros; y la guerra en Ucrania y la alta tensión en Asia Occidental tienen en aprietos a Washington. Y aunque no es la primera vez que Estados Unidos atraviesa por una de estas situaciones, en las anteriores ocasiones logró responder de manera rápida y acertada en parte porque su sistema político interno se caracterizaba por ser sólido. Sin embargo, en esta oportunidad las soluciones se ven cada vez más lejanas. 

Las propuestas de los candidatos durante el debate sobre estos asuntos fueron precarias. Trump, por un lado, se concentró en consolidar su discurso de odio hacia las poblaciones históricamente segregadas y maltratadas: mujeres, negros y migrantes. Y Biden, por el otro, no logró ni contradecir a Trump, como tampoco hilar una idea. Y ante la ausencia de planteamiento serios para superar las crisis, lo que brillaron fueron las mentiras de ambos candidatos. Por ejemplo, el republicano llegó a decir que durante su administración (2017-2021) las cifras en temas medioambientales fueron un éxito, como si este tema realmente le importara, cuando en realidad Trump retiró a Estados Unidos del Acuerdo de Paris porque niega el cambio climático. En el caso de Biden, el presidente sostuvo que la policía de migración y fronteriza había manifestado abiertamente en apoyar su política migratoria; sin embargo, horas después esta autoridad salió a desmentir tal afirmación. 

Otro elemento que sobresalió durante el debate fueron los ataques personales. El punto más álgido se vivió cuando entre ambos candidatos se recordaron sus problemas con la justicia. En el caso de Trump, el presidente demócrata le recordó que es un convicto y que tiene varios procesos legales en curso, a lo que el republicano le respondió que el hijo de Biden (Hunter Biden) ya había sido condenado por posesión ilegal de armas y abuso de drogas y alcohol. Ahora, todo lo anterior, estuvo atravesado por una nefasta presentación del actual presidente Biden, quien fue incoherente y contradictorio en sus planteamientos, lo que generó alarmas entre los votantes demócratas y los analistas liberales que reconocen el peligro que Trump representa para el país y el mundo si regresa a la Casa Blanca. 

Así pues, la actual situación política y electoral que atraviesa hoy Estados Unidos es preocupante, y el debate fue una muestra de esto, pues evidenció que el país vive una profunda crisis partidaria y de liderazgos, pues en otras épocas los partidos hacían un ejercicio más riguroso para la escogencia de sus candidatos, así como los líderes tenían una mayor claridad en sus ideas y propuestas. A eso se suma que la derecha radical de Trump, que, de acuerdo con Cas Mudde se caracteriza por aceptar la democracia, pero se opone a elementos fundamentales de la democracia liberal, y de manera muy especial, a los derechos de las minorías, al Estado de derecho y a la separación de poderes, tiene cada vez más acogida dentro de la sociedad estadounidense. 

Por todo lo anterior, los demócratas y los analistas de los principales diarios hacen un esfuerzo para que, en agosto, en la Convención Demócrata, Joe Biden dé un pie al costado para que llegue otro u otra candidata para afrontar a un Trump que, gracias a sus escándalos judiciales y su discurso, se fortalece en la medida que logra desplazar el ejercicio racional para ser sustituido por las emociones del miedo, el odio y el desprecio hacia el otro. Con todo esto, y después de contemplar el debate entre Trump y Biden, surge la pregunta ¿cómo es posible que en un país con más de 330 millones de personas y cuyo pasado se ha caracterizado por ser una potencia militar y económica que logró exportar la globalización y el modelo neoliberal, hoy sus partidos políticos les ofrezcan a sus ciudadanos unas alternativas políticas tan inviables?