Manuel Alejandro Rayran Cortés / @ManuelRayranC

Ya han transcurridos más de 150 días en los que Israel ha asesinado a más de 33.035 personas, de las cuales el 70% son mujeres y niños. Además, Tel Aviv ha lanzado 29.000 bombas que equivalen a más de 65.000 toneladas de explosivos, lo que ha dejado como resultado un desplazamiento y encerramiento de 1,8 millones de personas en un territorio cada vez más pequeño. Ahora, el gobierno corrupto y de extrema derecha de Benjamin Netanyahu ha dado a conocer el plan que tiene para los palestinos una vez la intervención militar acabe, pero que desde ya puede observarse que tal proyecto se está ejecutando. Este programa surgió cuando Israel envió un equipo negociador, encabezado por el director del Mossad, David Barnea, a París para entablar conversaciones sobre un posible acuerdo de alto el fuego y liberación de rehenes que podría poner fin a una barbarie vista en vivo y en directo.

Todo inicia con destruir por completo la infraestructura palestina cercana a los límites con Israel para que este último tenga un pleno control sobre el territorio. Busca, además, desmantelar la Agencia de Refugiados para los palestinos de las Naciones Unidas con acusaciones falsas para que deje de recibir ayuda financiera como ya sucedió; intervenir en la educación y determinar lo que se enseña en las aulas palestinas para eliminar toda responsabilidad histórica del genocidio israelí contra el pueblo palestino; cerrar la frontera con Egipto para que la cárcel a cielo abierto en la que los gazatíes han vivido durante los últimos 10 años sea más pequeña y fácil de ser vigilados; los países árabes serán los encargados de reconstruir Palestina a pesar que Tel Aviv ha sido el que ha destruido la infraestructura civil; e Israel no se obliga con la “comunidad internacional” (Estados Unidos y Europa) a crear un Estado palestino como lo ha sugerido y promovido Naciones Unidas desde 1948. 

Las anteriores acciones inhumanas cometidas por el gobierno sionista de Netanyahu y su plan para continuar humillando a un pueblo inocente solo han conducido a, primero, desmontar la imagen e idealización que Israel ha construido para tener una reputación en el escenario internacional; y segundo, evidencia torpeza política y falta de visión de un estratega que deja como resultado un genocidio y a unos aliados comprometidos. En cuanto a lo primero, desde que se creó el Estado de Israel en 1948, la élite política sionista se ha descrito como una víctima de los árabes; ser la mejor democracia en Asia Occidental; poseer el ejército más moral; y gozar de un equipo de inteligencia de altas calidades. Sin embargo, la respuesta de Tel Aviv a los ataques del 7 de octubre de 2023 ratifican que esas imágenes que intentan venderle al mundo son solo proyecciones que provienen de los deseos y no de la realidad.

Esa idealización propia de Israel y sus orgías de terror materializadas en los crímenes aberrantes que han realizado por más de 75 años contra el pueblo palestino a nombre de una supuesta defensa de los ataques de los pueblos árabes, se ha transformado en una violencia sin límite y sin pudor alguno. Ha quedado claro que el ejército de Israel no es el más moral cuando asesina sin distinción alguna y disfruta del dolor y daño que puede infligir a la población civil palestina. Tel Aviv tampoco puede decir que es la mejor democracia cuando las autoridades sistemáticamente maltratan a los que no comparten las posturas del gobierno de extrema derecha y el Primer Ministro se ha mantenido en el poder a pesar de las acusaciones de corrupción y su injerencia en el poder judicial. Asimismo, el sionismo no puede afirmar que goza de una inteligencia de altas calidades cuando no fue capaz de detener un ataque a su territorio, así como tampoco lograr distinguir los combatientes de la población civil. 

En cuanto a lo segundo, la torpeza política y falta de visión de Netanyahu se evidencia con que el Primer Ministro no sabe distinguir entre táctica y estrategia. En los conflictos bélicos, los objetivos tácticos se centran en cómo obtener las ganancias a corto plazo, mientras que los objetivos estratégicos requieren de una visión a largo plazo, alineando las acciones militares con las prioridades políticas y respondiendo a la pregunta por qué se toman tales decisiones. La anterior explicación apunta a que si bien Israel ha logrado tener control sobre el territorio de la Franja de Gaza y Cisjordania (batallas sobre el terreno de corto plazo); no garantiza una victoria estratégica (futuro), pues, primero, no ha aniquilado a Hamas; segundo, ha puesto en aprietos a sus aliados Estados Unidos y Europa afectando sus reputaciones a nivel internacional. 

Todo lo anterior conduce a concluir dos cosas: primero, Israel puede ganar en el terreno de batalla, pero con un alto costo político internacional para él y sus aliados; y segundo, que si bien este pasaje de la historia de los palestinos es uno de los más oscuros, también puede ser el inicio del fin del proyecto sionista que tanto daño le ha hecho al pueblo palestino y a la comunidad judía.