Manuel Alejandro Rayran Cortés / @ManuelRayranC      

Es común que, en las encuestas nacionales, el Ministerio de Relaciones Exteriores, o también conocida como Cancillería, refleje una buena calificación entre la población colombiana. Sin embargo, este resultado positivo no se origina porque las personas conozcan a cabalidad lo que la cartera hace o quien la preside; por el contrario, su resultado nace del desconocimiento de las mayorías que consideran que ese ministerio actúa bien en la medida que Colombia no ha perdido territorio, como tampoco se encuentra inmerso en una guerra con sus vecinos. 

El desinterés de los colombianos antes descrito, entonces, les ha permitido a los políticos tradicionales, sin importar su tendencia de derecha o progresistas, manosear la Cancillería a su gusto, la cual la utilizan para pagar favores electorales adquiridos durante la campaña presidencial. En otras palabras, es un fortín político. Esta cosmovisión de la dirigencia política y la dejadez de los colombianos han lacerado por años la diplomacia del país, dejando como resultado que Colombia termine firmando acuerdos internacionales que lo ubican en desventaja, endeudados en organismos internacionales, o simplemente alienados a los intereses de Estados Unidos y no los propios. 

En ese sentido, es impresentable que el presidente Gustavo Petro, quien se eligió a partir de la diatriba del cambio y con la propuesta que la Cancillería estaría comandada por funcionarios de carrera, hoy le esté entregando embajadas y consulados de países importantes para el país a personas que no tienen conocimiento o experiencia en los asuntos internacionales. Ese es el caso, por ejemplo, de la embajada de México que fue otorgada a Moisés Ninco Daza, quien no cumple con los méritos suficientes estipulados por el Decreto 1083 de 2015 que versan que el candidato a un cargo público debe tener un título profesional, de posgrado o experiencia profesional relacionada con el empleo a ocupar.

Ninco no cumple ninguno de estos tres requisitos porque no terminó sus estudios de pregrado en la Universidad Sergio Arboleda, y la experiencia acreditada suma poco más de dos años y cinco meses, la cual no tiene relación alguna con la diplomacia. Sin embargo, el mérito para que ocupe tan alto cargo, aparte de ser militante del movimiento Colombia Humana y haber sido asesor del exsenador Gustavo Bolivar, fue su participación en la actividad académica de Modelo ONU, como fue consignado en el Decreto de su designación para embajador en México. Así pues, Colombia pasó de tener un ministro de Defensa (Diego Molano), cuyo mérito para ocupar tal dignidad fue haber nacido en el Hospital Militar, tal como lo señaló el expresidente Iván Duque durante su posesión como ministro; a un embajador cuyo mérito fue haber participado en un Modelo ONU, bajo el gobierno de Gustavo Petro.

Ahora, más allá del caso particular de Ninco, es necesario que se comprenda que la diplomacia es una herramienta fundamental y necesaria para todo país, pues gracias a esta, se puede proyectar y gestionar acciones de manera acertada para obtener los intereses del Estado que tienen impacto en lo local, manteniendo su autodeterminación y soberanía nacional. Para cumplir con lo anterior, entonces, es necesario que la sociedad en general les exija a sus políticos más seriedad con esta cartera y se involucre con mayor ahínco en los asuntos internacionales, más ahora que la estructura organizativa del mundo está viviendo cambios profundos y que tendrá impactos considerables por el alto nivel de interdependencia. 

La dirigencia política, por su parte, debe comprender de una vez por todas que la Cancillería no es un fortín político o una chequera para pagar favores; sino una herramienta que les puede ayudar a lograr las metas y objetivos planteados en campaña y estipulados en el Plan Nacional de Desarrollo. Por ese motivo, es necesario cambiar esa cosmovisión de los políticos sobre la diplomacia que, sin duda alguna, evidencia carencia de estrategia y prospectiva, instrumentos que todo jefe de Estado debe construir durante su carrera política y ejecutar al gobernar.