Por: Claudio Coloma* , PhD University of Essex

Afirmar que la invasión de Rusia a Ucrania viola el derecho internacional es correcto. Sin embargo, lo que es discutible es sostener que la decisión de invadir haya expresado el carácter irracional del gobierno de Vladimir Putin. Hacerlo implica subestimar la política exterior rusa y reducirla a la narrativa del expansionismo imperial o la maldad inherente que campea en los regímenes autoritarios. En el campo de las relaciones internacionales, creer en esto último es mera inocencia.

La teoría de juegos ayuda a explicar por qué Rusia invadió a Ucrania. Esta herramienta de análisis ha sido criticada por la rigidez de sus premisas. Por ejemplo, asume que la naturaleza racional del decidor político, lo cual implica que sus preferencias e intereses estén siempre bien definidos y que sus interacciones con otros Estados siempre sean estratégicas. Si bien es cierto que estas premisas conllevan el riesgo de despolitizar el análisis internacional debido a su sesgo economicista, podemos mitigar sus debilidades si es que presentamos un contexto político lo más realista posible.

El elemento más inmediato que tenemos para esto son los borradores de dos tratados sobre garantías de seguridad de Rusia con Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que el gobierno ruso hizo públicos en diciembre de 2021. Estos textos buscan prevenir tanto la expansión de la OTAN hacia el este de Europa como la conformación de alianzas militares con las ex – repúblicas soviéticas. Además, regulan el despliegue de tropas militares en aquellos lugares en los que una de las partes considere que se esté amenazando su propia seguridad.

No hay evidencia de que estos borradores hayan sido el resultado de negociaciones formales; pero, no hay dudas de que estos expresan claramente cuál ha sido la posición que Rusia ha planteado en sus interacciones con Estados Unidos desde que éste hiciera público su deseo de expandir la OTAN hacia Georgia y Ucrania, en la cumbre de Bucarest de 2008. De hecho, el fallido encuentro entre Anthony Blinken y Sergei Lavrov, en enero de 2022, pocos días antes de la invasión, fue el último esfuerzo diplomático ruso para lograr que estas demandas fueran acogidas.

En este contexto, si jugamos a que dichos borradores representan la posibilidad o la voluntad política para que Estados Unidos y Rusia lleguen a un acuerdo, y, con ello, evitar la guerra, podríamos decir que estamos ante un dilema por cumplir o traicionar los preceptos de estos mecanismos de cooperación.

En la teoría de juegos, el dilema del prisionero es una herramienta que permite analizar las interacciones estratégicas entre los estados, especialmente cuando existen las motivaciones para que estos terminen comportándose de manera no cooperativa. Se inspira en la alegoría de dos delincuentes detenidos por la policía en celdas separadas. Los delincuentes pueden actuar frente a los siguientes incentivos. Primero, si ambos guardan silencio y no confiesan, entonces van a la cárcel recibiendo la pena más baja. Los siguientes dos escenarios se conforman en la medida en que un delincuente traiciona al otro y lo delata; si ello ocurre, el primero queda libre y el segundo asume la pena máxima. Cuarto, si ambos traicionan delatándose entre sí, ambos reciben una condena intermedia.

El dilema que Rusia y Estados Unidos enfrentan es cooperar o traicionar en torno a los preceptos de estos tratados. Es decir, si ambos cooperan, hay paz a cambio de que Estados Unidos y Rusia replieguen sus fuerzas militares del este de Europa y renuncien a jugar un rol militar activo en esta zona de influencia. Si Estados Unidos coopera y Rusia traiciona, el primero arriesga con quedar debilitado militarmente en Europa, la cual es su región geoestratégica más importante. Por su parte, Rusia quedaría en condiciones de invadir a Ucrania para apoderarse del Donbas y, de paso, viabilizar la anexión de otras regiones extranjeras ruso – parlantes. Por el contrario, si Estados Unidos traiciona y Rusia coopera, entonces Rusia tendría la opción de invadir a Ucrania para disuadir por los medios militares a Estados Unidos de no incorporar a Ucrania a la OTAN. Finalmente, el escenario en el que ambos traicionan conlleva a asumir que Ucrania se integraría a la OTAN y, con ello, dejaría las condiciones para que haya una guerra total entre la OTAN y Rusia. En este escenario, los costos de la preparación militar se distribuirían entre los aliados occidentales, mientras que Rusia también tendría la posibilidad de distribuir dichos costos en la medida en que logre aliarse con otros países como China, Bielorrusia, Irán y Corea de Norte.

    Estados Unidos  
    Coopera Traiciona
Rusia Coopera 2 : 2 -10 : 10
  Traiciona 10 : -10 -5 : -5

Este modelo no solamente permite explicar la racionalidad de la decisión rusa de insistir en un acuerdo sobre garantías estratégicas, sino que también la decisión estadounidense de negarse a ello. Para Rusia, permitir que Ucrania sea miembro de la OTAN significa tener a un vecino cuyo poder militar tendría el mismo estándar que las fuerzas armadas estadounidenses. Para Estados Unidos, en cambio, acoger la demanda rusa y asegurar la paz significa detener el circulo económico virtuoso de su industria militar por primera vez desde la segunda guerra mundial. Recordemos que el retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán se había materializado en 2021.

Ciertamente, la invasión rusa se llevó a cabo ante la inminente posibilidad de enfrentar el escenario tres. Es decir, Rusia trató de establecer un mecanismo de cooperación que institucionalizara el repliegue militar mutuo, en el cual se dejara a Ucrania como una zona neutral o de contención geoestratégica (a buffer zone). Sin embargo, ante la renuencia occidental, Rusia decidió invadir a Ucrania para evitar que este país se aliara militarmente a la OTAN.

En este sentido, para Rusia, los costos de una invasión militar son ciertamente más bajos que generar las condiciones para una guerra total con la OTAN, la cual se caracterizaría por ser un conflicto nuclear. Además, debido a la profundidad geoestratégica de Rusia y Estados Unidos, hay que considerar que los teatros de operaciones de un conflicto como éste no solo serían en el este de Europa, sino que también en el Asia Pacifico.

Este modelo es solo una representación de posibles escenarios que los estados interactuantes enfrentaron bajo ciertas condiciones. Esto lo hace susceptible de críticas.

Quizás, la crítica más obvia sea a la conformación del escenario cuarto, en el cual ambos traicionan. El dilema del prisionero define al cuarto escenario como un resultado en el que se asumen costos intermedios. Por esta razón, la conformación de este escenario se hace en base a la distribución de los costos de la guerra en el caso de que Estados Unidos y Rusia recurran a las alianzas militares. Sin embargo, reducir este escenario a esta racionalidad es insuficiente. Los costos de una tercera guerra mundial, que además sería nuclear, son inconmensurables. De hecho, esta es una razón poderosa que explica por qué Estados Unidos y la OTAN no han enviado a sus propias tropas a combatir en el teatro de operaciones ucraniano.

Otra falla del modelo es que no permite dimensionar el error de cálculo ruso en torno a la expansión de la OTAN. La invasión a Ucrania puede prevenir que este último se integre a la alianza; sin embargo, también ha impulsado a que Finlandia y Suecia hayan decidido hacerlo. Hoy, la OTAN se ha fortalecido encontrando una razón para seguir existiendo.

Con todo, este modelo es una herramienta útil que permite sostener con cierto grado de confianza que la guerra se mantendrá acotada a la región oriental ucraniana, y que no se expandirá hacia otros lugares a menos que, claro, intervenga la siempre latente irracionalidad humana.

*Por: Claudio Coloma, PhD University of Essex, investigador asociado del think tank Chile 21